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Mi partida de Argentina y llegada a Milán

Ya una semana exacta de mi cumpleaños de 28, y quien lo diría que iba a cumplir años en Francia y en una isla. Isla, que desde ayer esta suspendido el barco por los fuertes vientos (ráfagas de hasta 140 km/h). Si años atrás me hubieran preguntado que estaría haciendo 5 años más adelante, ni remotamente me hubiera imaginado estar donde estoy, y no me refiero al lugar físico solamente, sino lo que implica vivir en otro país, con lengua y cultura diferente, entre muchas mas cosas. Si bien siempre fue mi deseo más secreto, muy profundamente sabía que lo haría, y cuando llega el momento todo es diferente. Si hoy me preguntarán- tal entrevista de trabajo - cómo me vería 5 años más adelante, es decir a mis 33, contestaría no tengo la menor idea, no me imagino donde estaría viviendo, ni con quién, no sé me ocurre nada en concreto. Pero si sé que me gustaría trabajar de lo que me gusta y por supuesto seguir viajando, haciendo trekking, mountain bike, sacando fotos y escribiendo. Si, eso quiero estar haciendo de acá a 5 años. Y comenzando desde ya!

Hoy vamos hacer un flash back, volver al día que partí de AeroParque, Buenos Aires, va mejor dicho el día que tendría que haber partido de AeroParque y no fue así.

Cuando llegué a Milán...

No sé si es común, pero pareciera que los viajes tienen que comenzar mal, trastocados. Y yo ya sabía que mercurio estaba en sombra asi que en mi interior nada me extrañaba. Llegamos a Aeroparque, íbamos todos en el Toto, yo iba con Felipe a upa, con él, tenemos una hermosa conexión, es especial para mí. Iba llorando en silencio, iba pensando que me iba a perder un año de su vida, para alguien tan chiquito un año es mucho… ya próximo a sus 3 añitos. En el aeropuerto me despedí de Romi, fue abrazo sentido, sincero, con amor, agradecida por todo lo que hizo por mí. Entramos los Gutiérrez: papá, Erica, Olivia, Felipe y yo. Pipe no se quedaba quieto corría por todos lados, iba y venía, me abrazaba y se iba. No pude hacer el chek in - raro - la noche anterior tampoco, me confundí de cola, agarre para otro lado…. Yo despistada y colgada como siempre. La cola correcta era eterna, fuck que bronca! Bueno dije, sigo sola, me despedí mucho mucho de la Trompe, de Feli, Oli y papá, nos abrazamos y lloramos… y ahí quede parada mientras ellos se iban. Con Eri fue un abrazo muy especial, muy emotivo, la iba a extrañar.

Mi familia se había ido, no quería que se quedaran a esperar ahí. Ya en la cola, comencé a hablar con unas chicas que también iban a Milán, pensé adentro mío " buenísimo ya tengo con quien conversar" , pero cuando después de casi una hora llegué al mostrador me dijeron que mi vuelo estaba sobrevendido… Jajaja y si esas cosas que pasan a mí, los que me conocen ya lo saben, yo ya lo tomo como algo natural, nunca fui de las suertudas, va un poco si. - Diríjase al mostrador ventas y explique el recorrido que iba a hacer, allí le solucionaran el problema, y bueno fui. La opción fue hacer Ezeiza- Milano, pero debería esperar 10 hs en el aeropuerto de Ezeiza, y por supuesto me llevarían. Traté de mantener la calma, ya estaba ahí, en algún momento iba a viajar, que ganaba puteando a alguien, nada. Y hace un tiempo adopte la resolución de tratar de ser más tranquila.

Efectivamente me llevaron a Ezeiza, expliqué mi situación, me pedí el voucher de comida y me decidí a quedarme sentada todo el tiempo necesario chupando el wifi y subiendo fotos atrasadas al face. Subí dos albúmenes hermosos de mis caminatas por Ushuaia en compañía de mamá, la Eri y Sebastián, (amigo de Córdoba que iba a comenzar Ushuaia- La Quiaca en bicicleta).

En fin llegó la hora de mi vuelo, avión lindo, enorme, con pantalla, mi primer vuelo internacional. Fue cansador, demasiado… el chabón de al lado, italiano él, no paraba de moverse, los asientos como de costumbre como todo avión, pequeños incómodos. Ví dos películas… como de costumbre no pude dormir sino recién a las 5 am. Ya en Madrid, cola larga, eterna para pasar las cosas, maldito protocolo Europeo. El Aeropuerto de Madrid es inmenso, solo conocía el de Ushuaia, Córdoba y los dos de Buenos Aires.

Encontrar el otro vuelo fue un infierno, y yo me sentía una campechana en el medio de esa inmensidad.. si repetí la palabra "inmensidad" un montón de veces pero bueno era realmente una inmensidad. Hace unos días me enteré que muchas personas sintieron lo mismo que yo. En fin después de correr y llegar transpirada, habían cambiado mi vuelo de puerta de embarque y estaba demorado. Después de casi una hora, finalmente embarqué. Fue un vuelo más corto, llegué a Milán y por fortuna aquí si tenía Wi-fi jajaj, y eran 4 horas más tarde que en Argentina, eran las 18 hs, tenía que buscar mi valija, y por suerte estaba en el lugar correcto. Aproveché que mi celular captaba el Wifi y comencé a enviar whatsapp, primero a "él" contándole que hacia frío y que hay había llegado, y después a mi mamá. Ahora si empezaba la gran travesía, salir del aeropuerto, tomar el tren e ir al hostel, Ostello Grande. Iba saliendo muy feliz con valija, siguiendo los carteles de salida, copiando lo que hacia la gente, hasta que un policía aeroportuario me pide mi pasaporte, me pregunta de dónde vengo en italiano, me pongo nerviosa, le digo Argentina y me vuelve a preguntar. Le digo Madrid, y me mira el pasaporte, mi mira a mí, y me dice en italiano que lo acompañe. A todo esto, se guarda mi pasaporte en su bolsillo derecho trasero. Voy nerviosa, preguntándome que pasaba, entramos a un cuarto con la puerta abierta y me dice que abra la valija. Sacó la llave de mi billetera a la cintura y abre mi valija. Empieza a sacar todo y ponerlo sobre la mesa, mientras me preguntaba que hacía en Argentina, porque estaba en Milán a lo que yo contesté nerviosa , voy a trabajar a Francia. Grave error, nunca hay que decir que un sudamericano va a trabajar a Europa, nosotros para ellos somos inferiores (aunque no para todos) y por supuesto que no quieren que vayamos a trabajar a su continente – y que loco ya que la gran mayoría somos descendientes de europeos. Mira, hurguetea, investiga, revisa mi valija, saca las zapatillas de la bolsa, y yo me sentía totalmente invadida, era todo muy incómodo, muy invasivo, y el tipo que no paraba de preguntar, de mi papa, de mi mamá, que hacía en Argentina, porque estaba acá, cuando me iba… en fin.. muchas preguntas y yo solamente tenía ganas de putearlo y tal vez después llorar. Después de unos minutos y su búsqueda incansable me dice que abra la mochila, saco mi libro: “La vida en sociedad de los Yámana” (pueblo originario de Tierra del Fuego), lo mira sorprendido, lo investiga, no mira nada más y me dice ya está. Se mete la mano en el bolsillo y me devuelve mi pasaporte. Se va y se me cae una lágrima. Cuando salí del “cuartito”, solo vi que mujeres de apariencia extranjera como yo eran revisadas, por supuesto que nadie era rubio de ojos celestes. Me sentí muy mal, humillada, invadida, todos sentimientos horribles. Pero por suerte no interfirieron en mi viaje, ni en mi sueño, ni mi manera de ver el mundo, hasta ese momento. Una ya viene un poco preparada mentalmente para esas situaciones, pero cuando te tocan, solo hay que ponerle el pecho.

Me iba triste, con una mezcla de emociones encontradas, a tomar el tren. Me senté a analizar, aprovechar el internet antes de estar totalmente perdida. Para mi suerte el aeropuerto de Malpenza estaba muy bien señalizado, pero así y todo no encontraba donde tomar el tren, jajaja. Hasta que un señor de limpieza en italiano me dijo que baje por el ascensor (obviamente todo con señas). Por suerte logré encontrar donde comprar el boleto para el tren, pagué y me dirigí hacia el lugar. Llegó el metro y yo no sabía que se apretaba el botón para abrir la puerta – ni esas cosas básicas conocía – jajaja. Mi parada era la última, no había margen de error… tenia que bajarme en la estación central. Después de un rato, llegué, y nuevamente no encontraba la salida. Como había visto uniformados como una especie de policías del metro, no quería pasar por allí, y claro ahí era la salida, hasta que me avive después de 15 minutos. La estación era enorme, mucho más que el shopping de Ushuaia, ¿fácil no? La estación era imponente, enorme, una arquitectura que nunca había visto. La noche estaba fría, muy fría, pero tenía una sonrisa dibujada en la cara que ni el frío me la borraba. Finalmente estaba ahí, Europa, te había alcanzado, lo había logrado!

Camine medio sin rumbo, el hostel era muy cerca, pero ¿para qué lado? Acá me di cuenta que no tengo ningún sentido de orientación y que estaba sola, otro idioma, quién me iba ayudar. Camine un poco, llegué a la mitad de una cuadra, y no le encontraba el nombre a las calles - al otro dia ví que a diferencia de Argetina,el nombre de las calles estaba colocado en mármol es la paredes - hasta que cuando me iba a volver veo el cartel de Ostelo grande, me reí y entré! Si estabaaaaaa, que felicidad, no había sido tan difícil y había podido sola.

Bueno lo que pasó en el hostel y en Milán no fue tan fascinante, pero si me estaba dando una idea que el mundo se maneja con el inglés y yo solo hablaba español, ni me animaba a decir una palabra en francés y mi compañera de cuarto me lo hacía sentir. Solo hablas español, me preguntó una canadiense. (¡Si anda a cagar gila!, lo pensé obvio jajaj!). Conocí la calle de la moda, y las grandes marcas que una vé en las revistas: Prada, Louis Vuitton, Dolce Gabanna, Versace y bueno un montón más que yo ni idea. La mujeres eran realmente elegantes, bellas, extravagantes, usaban sombreros, tapados. Las mejores marcas estaban allí, y yo miraba como un niño las vidrieras. Verdaderamente Milán es la ciudad de la moda. Me compré un vestido negro -que estrené hace una semana- recordando siempre la siguiente premisa, toda mujer debe tener une petite robe noir (pequeño vestido negro). Lindo gasto, lo feo fue darme cuenta que en Italia soy talle L (jajjajajaj).

De Milán no conocí mucho, mi paso fue fugaz, fue solo el medio para economizar mi llegada a Francia. Conocí la Plaza Duomo, imponente, majestuosa, por dentro y más increíble por fuera. Almorcé a unas pocas cuadras de allí, en un lugar pequeño que había que hacer cola, pero valió la pena, comí unos exquisitos ñoquis con salsa boloñesa. Realmente exquisito, lo malo, el plato era gourment, muy chico, me hubiera comido dos, jajaja!

Al día siguiente partía a Lyon, en colectivo. Típico de argentina (va típico mío), llegué casi justo, tuve la suerte de poder subir sin problemas pero tenía que estar mucho tiempo antes, y solo llegué 5 minutos antes. En el colectivo había Wi- Fi, cosas del primer mundo. En Argentina, muchas coles dicen Wi- Fi, pero después no funciona. Fuimos parando por varias ciudades y pueblos italianos, y ver el mundo arriba de un colectivo también tiene su encanto.

Cruzando la frontera

Pero aca viene la segunda experiencia fea, me asusté un poco por lo que ya me había pasado en Milán. Llegamos a la frontera Italiana – Francesa, el paisaje había cambiado muchísimo, se veían las montañas imponentes, blancas, grandiosas. El colectivo frenó, se subieron 3 policías y empezaron a pedir los pasaportes. El colectivo venia a mitad de capacidad. Yo estaba nerviosa porque escuchaba que preguntaban cosas, y yo prácticamente no hablaba, tenía miedo de no poder contestar. Llegó mi turno, le dije Bonjour, le di mi pasaporte, me miró y después de pocos segundos me dijo merci. Wowwww había safado, menos mal. Sé que no tengo nada que ocultar, pero bueno son esos miedos, y la barrera del idioma. Pero 3 hombres no tuvieron la misma suerte, los bajaron del colectivo, se escucharon gritos y discusión. Físicamente eran morochos, y después de las bombas en París, eso no les jugaba a favor. Los bajaron, bajaron sus valijas, y el colectivo siguió como si nada. Miré hacía tras, y allí quedaron los 3 hombres parados.

Como verán mis tres primeros días fueron un poco complicados, estuve nerviosa, tuve un poco de miedo, me encontré de repente con otro mundo, todo era nuevo, todo era diferente, todo lo que veía me dejaba sorprendida. Y tan solo iba 3 días de viaje. Después de ese mal rato, continuamos viaje, y después de casi 8 horas (fueron muchas porque el chofer tiene que parar obligatoriamente a descansar), llegué a Lyon, estaba finalmente en Francia, y ahí me estaba esperando Julia, mi compañera cordobesa de francés en el último mes. El próximo destino sería la casa de Andrés, un colombiano que nos había aceptado en su casa, a través de couchsurfing.

Qué hermoso es tener la capacidad de asombro, ojalá nunca la pierda….

Besos enormes,

Fer


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